viernes, 28 de octubre de 2016

Porque leer

Porque leer.


Todo esto nos lleva a una definición más precisa de lo que es la ficción: historias inventadas que se cuentan en prosa y utilizando únicamente palabras.

Solo palabras.



Éste es el singular desafío y la maravilla de la ficción escrita. No hay actores ni narradores que hagan gestos o inflexiones de voz. No hay pintores ni directores que nos muestren decorados o primeros planos. Todo se hace con esos pequeños símbolos que llamamos letras que se fusionan en palabras y se multiplican para crear frases y párrafos. Por algún proceso químico, esas palabras interactúan con la imaginación del lector de tal manera que le hacen sumergirse en la realidad de la narración —como Alicia al atravesar el espejo— y, una vez allí, experimentar, sentir y preocuparse por esa realidad con la misma intensidad que lo haría por los problemas y desengaños de su propia vida.


Para nosotros, los seres humanos, este proceso es curiosamente importante. La ficción o, lo que es lo mismo, cualquier tipo de historia, parece constituir una necesidad básica que está tan profundamente arraigada en nosotros como la de comer, tener cobijo o compañía.

Pienso que esto se debe a dos razones. La primera es la diversión, el entretenimiento. Necesitamos divertirnos, entretenernos y las historias son muy eficaces para satisfacer ese deseo. La segunda es la búsqueda del sentido de nuestra existencia. Nuestra curiosidad, y tal vez nuestra inseguridad, nos llevan a explorar de manera constante el quién, el qué, el dónde, el cuándo y el porqué de nuestra existencia. Algunos llaman a esta elevada meta la búsqueda de la verdad.

Una buena obra de ficción satisfará una o ambas necesidades de manera brillante y con una tecnología milagrosamente simple. En realidad, lo único que la ficción necesita son algunas palabras que interactúen con la imaginación del lector, una combinación que para muchas personas produce la forma de contar más potente que existe, por no decir, también, la más portátil.


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